Campos de muerte: la impunidad del crimen organizado en Teuchitlán y Reynosa
De acuerdo con el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, ese sitio operaba como zona de entrenamiento de jóvenes –mujeres y hombres de entre veinte y veinticinco años de edad

RFInforma / Laura Centeno / Reynosa / viernes 14 de marzo del 2025
Redacción.-
Nada parece ponerle fin a la violencia o narcoterrorismo en México. Gobiernos van y vienen y el crimen sigue causando terror, horror y miedo con sus bélicas acciones. De San Fernando hasta Ayotzinapa –dos casos espeluznantes –ahora pasamos al hallazgo de los campos de exterminio, lugares que por años se han mantenido protegidos por el silencio oficial, como parecen demostrarlo los casos del rancho Izaguirre, en Jalisco, y el predio de Reynosa, Tamaulipas, donde fueron hallados restos calcinados, ropa, zapatos, evidencias de que esos sitios no sólo fueron utilizados como centros de adiestramiento, sino de exterminio, pues los Colectivos que ingresaron a los respectivos predios también encontraron crematorios y fosas con restos humanos. En Jalisco el rancho de la muerte se mantuvo cobijado por el silencio gubernamental, particularmente durante el Gobierno de Enrique Alfaro, actualmente refugiado en España, mientras que en Tamaulipas el Gobernador Américo Villarreal se sumió en el silencio ante la exhumación de restos humanos realizados por el colectivo Amor por los Desaparecidos, cuya labor ha puesto en evidencia al Gobierno estatal por su ineficacia y presunta complicidad con grupos criminales.
Cuando parecía que ya lo habíamos visto todo –o casi todo –respecto del horror y terror causados por el crimen organizado, la realidad sorprende con espeluznantes sacudidas, como el hallazgo del campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, particularmente en el rancho Izaguirre, un terreno de 10 mil metros cuadrados que fue utilizado por el cártel de Jalisco como zona de muerte, lugar de cremación de cuerpos, descuartizamiento de personas, entierros clandestinos, atrocidades hasta ahora impunes.
Inimaginable que estas acciones de barbarie hayan pasado desapercibidas por las autoridades estatales y federales, por las policías, la Fiscalía de Jalisco o la General de la República, ciegos y sordos ante la criminalidad. No hay forma de justificar el silencio oficial, sobre todo el que encubrió este lugar y su saña durante el Gobierno de Enrique Alfaro, a quien siempre se le relacionó con el cártel de Jalisco, el grupo criminal que domina esa entidad desde hace varios años.
De acuerdo con el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, ese sitio operaba como zona de entrenamiento de jóvenes –mujeres y hombres de entre veinte y veinticinco años de edad –que fueron reclutados por el grupo criminal con engaños: les ofrecían trabajo en áreas de seguridad con salarios de hasta cinco mil pesos por semana.
De esa forma, las víctimas eran “enganchadas” y obligadas a entrenarse para matar, traficar drogas, prostituirse, enfrentarse a lo más extremo del horror al descuartizar a personas, presuntos rivales del CJNG, a quienes quemaban incluso vivos en hornos clandestinos y/o crematorios, pues los miembros del Colectivo hallaron evidencia de ello; restos óseos calcinados no mienten, tampoco los cientos de zapatos, montones de ropa y otras pertenencias de las personas exterminadas en el rancho Izaguirre, ubicado a más de cincuenta kilómetros de la ciudad de Guadalajara, un lugar casi inhóspito ideal para asesinar, descuartizar, cremar sin testigos de por medio.
Este lugar operó como campo de exterminio durante años, de acuerdo con el Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, pero no fue sino hasta el 5 de marzo último cuando mediante una denuncia anónima se empezaron a conocer datos y evidencias del uso que tuvo el rancho por parte del cártel de Jalisco, la segunda organización criminal más poderosa de México –y de América Latina –declarada por el Gobierno de Estados Unidos como grupo dedicado al terrorismo.
Fue entonces cuando el Colectivo referido se dio a la tarea se llevar una exploración exhaustiva en el lugar, apoyados por elementos de la Guardia Nacional, cuyos elementos ni siquiera emitieron un parte informativo a las autoridades competentes para investigar. Lo que se dijo inicialmente fue que el rancho era utilizado sólo como campo de entrenamiento, aunque la realidad es que era un campo de exterminio donde se efectuaban cremaciones y entierros clandestinos.
Pero el horror y la saña quedaron a la vista cuando las personas que conforman el Colectivo ingresaron al sitio y vieron lo que las autoridades presuntamente ocultaron: Restos humanos calcinados en cuatro puntos del predio donde han brotado evidencias como osamentas previamente quemadas en los crematorios.
Había llantas enterradas en posición vertical para saltar, troncos, pesas y herramientas usadas para acondicionamiento físico y táctico. Hallaron armas, municiones de alto calibre, cargadores, casquillos y esposas para someter a los enemigos de la organización criminal que vivió el esplendor más radiante durante el Gobierno de Enrique Alfaro, hoy refugiado en España, donde goza de su descomunal fortuna y de una descarada impunidad, insultante por donde se le mire.
En otra zona del rancho –hasta ahora las autoridades no han dado a conocer quien o quienes son los propietarios, si forman parte del CJNG o bien fueron despojados de la propiedad a la fuerza –se encontraron montones de ropa, tanto de varones como de mujeres; cientos de zapatos de ambos sexos, sandalias, tenis, gorras y centenas de prendas, evidencia que las autoridades de Jalisco no hallaron por omisión o complicidad con el cártel de Jalisco.
En una parte de la enorme propiedad lucía el símbolo del culto que más profesan los criminales: una figura de la Santa muerte con su inseparable guadaña, lo que pone en sentido que en ese lugar se llevaban a cabo sacrificios humanos, igual que lo hacían Los Zetas en Tamaulipas cuando causaban baños de sangre y, en rituales, solían “fumarse a los muertos” raspando sus huesos. Los residuos eran mezclados con cocaína y, de acuerdo con algunos testimonios, esa era una forma de que “los muertos nos cuidaran”. La creencia rayaba en la locura por no decir que era la locura misma.
El 5 de marzo último, tras el cateo efectuado en el rancho Izaguirre de la comunidad de La Estanzuela los miembros del Colectivo, en su búsqueda exhaustiva, se encontraron con tres crematorios donde presuntamente fueron quemadas vivas varias personas que desaparecieron y no se volvió a saber de ellas. Se trata de víctimas que engrosan los expedientes que duermen el sueño de los justos en la Fiscalía de Jalisco, tan inoperante como ineficaz en la búsqueda de desaparecidos durante los gobiernos de Aristóteles Sandoval –asesinado presuntamente por el CJNG tras negarse a pagar una cuenta pendiente –, Enrique Alfaro y Pablo Lemus. Éste último quiso zafarse de cualquier responsabilidad respecto de lo ocurrido en el campo de exterminio. Luego dijo que, aunque duda que haya más cuerpos enterrados ahí, las investigaciones continuarán y celebró que coadyuve en ello la Fiscalía General de la República.
El Fiscal Alejandro Gertz Manero, quien ahora asiste con más frecuencia a las conferencias mañaneras o del pueblo dijo con respecto a campo de exterminio que le parece sorprendente que ninguna autoridad se haya enterado de su existencia. Y añadió que las investigaciones respecto de este caso de horror y terror empezará por las propias autoridades, pues existe la sospecha de que guardaron silencio cómplice.
Entre otros hallazgos, el Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco también encontraron carteras, identificaciones, artículos de aseo personal, mochilas, maletas, cargadores para armas, listas de personas de las que sólo aparecen anotados sus apodos, medicamentos, señales de tránsito que eran utilizadas como “blanco” para el entrenamiento con armas y, entre los cientos de despojos, una carta de despedida: “Si no vuelvo quiero que sepas que te amo”, reza la misiva. A un lado estaba tirada una Biblia y en una de sus páginas la foto de un menor de edad que presuntamente también fue arrojado a uno de los hornos clandestinos.
Hasta ahora lo que se sabe es que las víctimas fueron secuestradas o atraídas con engaños, con falsas promesas de trabajo y salarios elevados. Así los obligaban a unirse al bloque de sicarios del CJNG. Los jóvenes –según los miembros del Colectivo –tenían entre veinte y veinticinco años de edad.
El estado de Jalisco es una de las entidades que encabezan la lista nacional con mayores desapariciones forzadas, apenas superadas por Nuevo León y Tamaulipas.
Tamaulipas, otra historia de terror
No terminaba de detallarse lo hallado en el rancho Izaguirre cuando otro colectivo conocido como “Amor por los Desaparecidos” denunció el hallazgo de un campo de exterminio en Reynosa, Tamaulipas.
También fueron hallados restos calcinados en un predio cercano a la colonia Colinas del Real, al poniente de ese municipio tamaulipeco. El descubrimiento no ocurrió por una investigación oficial, sino por medio de una denuncia anónima, donde el Colectivo referido encontró evidencias de horror y muerte: catorce concentraciones de restos humanos calcinados.
Parece una pieza de la misma película del rancho Izaguirre de Jalisco, pues en el predio de Tamaulipas también se encontraron objetos personales de las víctimas: una hebilla de cinturón con la figura de dos pistolas, un rosario, chalecos antibalas , equipo táctico y casquillos percutidos. En las estructuras había impactos de bala, paredones donde se ejecutaban fusilamientos.
Pese a la denuncia anónima, elementos de la Fiscalía de Tamaulipas arribaron al lugar varias horas después de haber ocurrido el hallazgo, la negligencia evidencia el desinterés por el tema de las desapariciones forzadas cometidas por el crimen organizado.
Las tareas de búsqueda comenzaron hasta pasadas las 19:00 del 10 de marzo último y al lugar acudieron miembros de las Comisiones Estatales de Búsqueda de Personas, de Atención a Víctimas y de Derechos Humanos , así como elementos de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal , Ejército y Guardia Nacional.
De acuerdo con informes de los Colectivos involucrados en las búsquedas de personas en Tamaulipas en el predio de Reynosa se han efectuado veintitrés rastreos, de los cuales diecisiete han arrojado resultados positivos en la localización de restos humanos.
Los Colectivos aseguran que el de Reynosa no es el único lugar donde se han llevado a cabo muertes y entierros clandestinos de personas desaparecidas. Hay otros –aseguran –en Nuevo Laredo, El Mante , Río Bravo y Matamoros, territorios dominados durante años por el cártel del Golfo, Los Zetas y que ahora son controlados por grupos del cártel del Noreste y escisiones de otros cárteles.
La víspera del hallazgo, el Gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal, señalado en campaña de estar presuntamente vinculado al crimen, difundió un video propagandístico, la antítesis de la realidad perturbadora que aqueja a ese estado: dijo que la paz social del estado se construye con presencia, estrategia y compromiso.
Nada más falso, pues luego del descubrimiento del campo de exterminio en Reynosa no pronunció palabra alguna. Simplemente optó por el mutismo.
Desde la guerra fallida de Felipe Calderón, pasando por el caso San Fernando, Tamaulipas, y la desaparición de los cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa no habíamos visto un caso de terror tan espeluznante.
El de Andrés Manuel López Obrador es el sexenio más sangriento de la historia, pero lo ocurrido en Jalisco nos hace recordar en el terrorismo, la saña y la pesadilla –inolvidable –del campo de concentración y de exterminio en Europa, como Chelmmo, abierto en 1941 en Wathergau –parte de Polonia anexada a Alemania –; Belzec, Subidor y Treblinka, donde los nazis desataron el holocausto, exterminio masivo de judíos, causando tanto dolor como también ocurrió en Auschwitz-Birkenau en Polonia en 1993, donde operaban cuatro cámaras de gas.
Ahí eran gaseados hasta ocho mil judíos diarios. Para noviembre de 1944 más de un millón de judíos y decenas de miles más en Roma, polacos y prisioneros de guerra soviéticos habían sido gaseados en estos sitios de muerte.
Con otras prácticas no menos sañosas la historia de repite en México, donde no sólo abundan los fosarios. Ahora parece que comienzan los hallazgos de campos de concentración y de exterminio. Parecía que Donald Trump exageraba al declarar a los grupos criminales mexicanos como terroristas. Estos hechos demuestran que el mandatario estadunidense se quedó corto. Es lo más demoníaco que hemos visto hasta ahora.