Continua el misterio del accidente aéreo que mató a Ramón Martín Huerta

Pese a las sospechas, no se encontraron sustancias explosivas, ni fallas mecánicas, ni lesiones producidas por bala

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Sep-21-2021

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Continua el misterio del accidente aéreo que mató a Ramón Martín Huerta

 

 

Aguascalientes, Ags. 21 de Septiembre

Redacción.-

El miércoles 21 de septiembre de 2005, en el poblado de Santa María Mazatla, en el Estado de México, fue un día nublado. Había llovido por la madrugada. Aún así los campesinos se sacudieron el frío, prendieron los fogones, se prepararon para ir a recolectar hongos y sacaron el ganado de los corrales para llevarlos a tomar agua al arroyo.

Al fin, en Santa María Mazatla estaban acostumbrados a eso: un pueblo apenas sacudido por el viento que hacen las copas de los pinos de 20 metros de alto. A los costados, arriba, abajo: nada. El bosque lo abarcaba todo, apenas un 4% estaba urbanizado.

A las 10 de la mañana, la señora Margarita hacía el aseo cuando escuchó el sonido estruendoso que interrumpió su faena. Salió corriendo al jardín y vio a unos 300 metros de su casa un helicóptero que daba vueltas sobre sí. Lo vio –aunque en Santa María ver a más allá de tres metros sobre la niebla es relativo–, exactamente entre los cerros de la Santa Cruz y Villa Alpina.

Más allá, a medio kilómetro de Margarita, el señor Tomás Mancilla caminaba con las 66 vacas que pastoreaba desde hacía seis años para su patrón por 700 pesos a la semana. Él y sus animales escucharon el sonido ronco que hacían las hélices de un helicóptero que se enfilaba directamente hacia ellos. Los animales alcanzaron a desperdigarse por el monte; él se quedó petrificado mientras pasaba por encima de su cabeza.

Luego recuerda las llamas. Tomas las miró mientras trataba de amarrar a su caballo para que no lo alcanzara el fuego. Había escuchado por ahí que esos artefactos podían explotar, por eso no se acercó más. A unos 50 metros miró y escuchó: un ruido venía desde adentro era como el sonido que hacía la basura cuando se quema. Después se enteró que eran los cuerpos de nueve personas. Se consoló: “pero gritos, eso no lo escuché”. Cree que pasaron tres minutos cuando se echó a correr abajo para buscar ayuda.

Apertura del expediente.


Bitácora de vuelo.

 

Conversaciones del viaje.

 

En su oficina, un funcionario municipal de Jilotzingo, la cabecera municipal, recibió la llamada del patrón de Tomas Mancilla, el hombre de las vacas. Le dijo que se cayó un helicóptero y le dio la ubicación exacta: a 100 metros del único arroyo que atraviesa Santa María.

Inmediatamente llamó a las oficinas de la Policía Federal en la Ciudad de México para pedir ayuda. Nadie le hizo caso: al fin y al cabo en Santa María Mazatla también estaban acostumbrados a eso. Juntó a un grupo de vecinos de la comunidad y en una camioneta 4×4 arrancaron al lugar.

Arriba estaban los restos de una aeronave Bell 412 de la Policía Federal. Ahí estaba la parte frontal del fuselaje con partes pintadas en color blanco con negro, el mismo color que vio Margarita. Vestigios de la cabina de pilotos, la que Tomás vio arder de cerca.

También había partes de la cola, aunque chamuscados por el fuego, se alcanzaba a distinguir el número 16.

Entre los restos de lo que fue el helicóptero encontraron nueve cuerpos: el primero aún con temperatura corporal parecida a la de una persona con vida y con un brazo amputado; el otro –que al parecer era el ayudante del capitán, por el saco que llevaba– apoyado sobre la base de uno de los troncos de un pino.

Tres más irreconocibles: el 90% de su cuerpo se encontraba calcinado. Otros tres con un 50% irreconocible y uno más: un cuerpo que se mantenía casi intacto a pesar del impacto y el incendio, que murió debajo de uno de los rotores principales del helicóptero. Después, sabrían que era alguien importante porque lo vieron en la televisión.

Ese día los pobladores de Santa María Mazatla encontraron los restos del hombre que había diseñado la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico en el país, el secretario de Seguridad Pública Federal, Ramón Martín Huerta; el general Tomás Valencia, comisionado de la Policía Federal Preventiva (PFP); el visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, José Antonio Bernal, y personal militar que pilotaba la aeronave. Nueve personas murieron cuando se estrelló el helicóptero en el paraje conocido como La Caldera.

Murió a los 48 años uno de los hombres más cercanos al presidente panista, Vicente Fox Quesada, el mandatario de la transición en México y también quien le declaró frontalmente la guerra a los cárteles de la droga en México.

Durante meses las autoridades mexicanas investigaron la muerte del secretario de Seguridad Pública, Ramón Martín Huerta, y la conclusión fue contundente: un accidente debido al mal tiempo. La niebla.

Aún así, desde su muerte en el año 2005, la PGR se negó a entregar el expediente completo de la investigación y la clasificó como información confidencial durante 12 años, lo que despertó una serie de especulaciones en medios de comunicación entre la que destacaba la hipótesis de un presunto atentado orquestado por el Cártel del Golfo, liderado por el narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén, precursor de los Zetas.

Los acontecimientos de los meses previos a su muerte eran coincidentes: en junio de ese año Ramón Martín Huerta diseñó e implementó el operativo México Seguro, un programa policial para contener la violencia atribuida al narcotráfico. Uno de los estados donde desplegaron el mayor número de elementos federales fue Tamaulipas, tierra de Osiel Cárdenas, preso en el penal de La Palma en el Estado de México, pero que aún mantenía control de la organización delictiva.

Otro hecho fue que unos días antes del atentado, el visitador de la CNDH, José Antonio Bernal, denunció que había sido amenazado por Osiel Cardenas Guillén, quien se encontraba recluido en el penal de la Palma.

En una visita el narcotraficante le reclamó la falta de privilegios carcelarios. Según el visitador le contestó que nada era posible al margen de los reglamentos. Osiel Cárdenas le lanzó un “todo se paga en esta vida”.

De hecho estos funcionarios murieron cuando se dirigían al penal de La Palma en el Estado de México cuando fallecieron.

Desde el año 2019 se emprendieron una serie de peticiones de información para obtener la información que existiera en sus archivos: el resultado fue la primera parte de la averiguación previa.

Se juntan las piezas para entender lo que pasó hace 16 años, una muerte que cambió el rumbo del país y su política en materia de drogas: declaraciones, peritajes, transcripciones de las cabinas en los aeropuertos, bitácoras de vuelo, información personal, contratos, entre otros.

Hoy se conocen las declaraciones que revelan que al menos dos militares se rehusaron a volar en la misma zona que lo hiciera el secretario; también que la propia Policía Federal se rehusó a entregar antecedentes de los pilotos de la aeronave. Y que no localizaron los registros que garantizaban que los pilotos estaban capacitados para volar el helicóptero.

Conversaciones de vuelo.


Certificación de aeronave.


Declaración de testigo.

 

EL ACCIDENTE

Avión del secretario: —Torre México buenos días

Torre México: —PFI adelante

Avión del secretario:—Estamos despegando de campo Marte y nos dirigimos hacia La Palma, de la presente más 19 minutos

Torre México: —PF 1350 grados 10 nudos, altimetro 3-0-3-9 active código 1-5-0-0 hay un helicóptero a 14 millas al oeste de la estacion sentido contrario

Avión del secretario:—Gracias, pendientes

Torres México:—Helicoptero despegando del Campo Marte sentido contrario Toluca

Avión del Secretario: Estaremos pendientes del tráfico

Torre México: Hasta luego…

Durante la investigación de la muerte del funcionario panista, la Procuraduría General de la República (PGR) recopiló los testimonios de funcionarios públicos y pilotos aviadores que se negaron a seguir la ruta del helicóptero donde viajaba el secretario Ramón Martín Huerta y donde falleció a las 10:30 horas de la mañana.

“Ni lo intenten”, gritó Wilfrido Robledo Madrid, en ese entonces director de Seguridad Pública del Estado de México a uno de los pilotos aviadores que manejaban el helicóptero Bell 204 del Gobierno del Estado de México cuando, delante de ellos, vieron que volaba otro helicóptero de la policía Federal.

“Me percaté de la presencia de otra aeronave que se encontraba ligeramente delante de nosotros y que entró al banco de niebla. Al acercarnos, también nosotros y al observar que el piloto intentó buscar algún acceso para pasar el banco de niebla, me desabroche el cinturón y me acerqué a la cabina para decirles que ni lo intentaran, que rodearan”.

Tomaron una ruta más larga por la zona conocida como Villa del Carbón y así a las 11:30 de la mañana llegaron al Estado de México. Después comenzó a recibir llamadas del Cisen informándole que estaban preocupados porque no había llegado a su destino el secretario Ramón Martín Huerta.

El piloto Jorge Alberto García cuenta que ese 21 de septiembre ellos también volarían por el mismo paraje que va de la Ciudad de México a Toluca hasta el penal de La Palma, sin embargo, se rehusaron a hacerlo.

“No lo hicimos, las condiciones meteorológicas para vuelo visual no las encontramos en ese lugar, proseguimos en continuar nuestro vuelo hacia el norte, teniendo a nuestro lado izquierdo la zona montañosa entre México y Toluca. Encontramos que estábamos aproximadamente media milla atrás del helicóptero XC-PFI, que también intentaba cruzar hacia Toluca a la altura de Santa Ana Jilotzingo, lo perdimos de vista a las 10:50 minutos”.

“Continuamos nuestro vuelo hacia Toluca rodeando la parte más alta de la sierra. Llegamos a Toluca veinticinco minutos más de lo que normalmente hacemos. Diez minutos después de arribar al aeropuerto nos llamaron para preguntarnos sobre el helicóptero que venía delante de nosotros”. Un segundo piloto declararía exactamente lo mismo. Un accidente previsible.

No había registros de las capacidades de los pilotos.


Última bitácora de vuelo.


Último plan de vuelo.

 

LA INFORMACIÓN OCULTA

Cuando inició la investigación, la PGR solicitó a la Policía Federal y su coordinación de transportes aéreos enviar las constancias que acreditaran que los dos capitanes, Habacuc de León y Rafael Esquivel, contaban con capacidad para volar el equipo Bell 412; el curso inicial y recurrente tanto teórico como práctico, total de horas de vuelo y fechas de ingreso a la institución.

Finalmente, el 5 de octubre del 2005 revelaron a través de un oficio que desconocían desde que fecha contaban con las capacitaciones, ya que los pilotos venían de la Policía de Caminos. El último antecedente que tenían registrado era un diploma de un repaso periódico para pilotos de 1997. Y nada más.

Tampoco se encontraron archivos o constancia que acreditara un curso del equipo Bell 412. Los capitanes contaban con 108: 32 horas y 177:58 horas de vuelos. También reconocieron que el 29 de agosto del 2000 uno de los pilotos sufrió un accidente aéreo a bordo de un helicóptero marca Bell, el mismo modelo que la aeronave donde murieron.

Las últimas horas de vuelo registradas por los pilotos fueron el 18 de septiembre de 2005. Sus certificados y diplomas fueron adjuntados acompañados de un “siempre estaban disponibles de lunes a viernes 24 horas”.

Según el recibo de “ASA combustibles” los pilotos llenaron por última vez el tanque a las 8:50 de la mañana con 767 litros de gasolina. Luego despegaron a La Palma y ahí terminó todo.

La Secretaría de Seguridad Pública Federal brindó la información a cuentagotas a la entonces PGR quienes lo dejaron asentado, incluso en un oficio, cuando solicitaron más datos sobre la aeronave, nombre y cargo de quien la resguardaba, funcionario que comisionó a los pilotos, entre otros.

“Hago de conocimiento que en virtud de que a esta fecha no se ha tenido respuesta, solicito a usted de no existir inconveniente gire sus instrucciones a los servidores públicos que correspondan con la finalidad de que se remita la información”, dirigió a la Policía Federal.

El expediente revela algunos datos: la aeronave era parte de un lote que se encontraba asegurado por la Policía Federal por un monto de 32 millones de pesos del periodo de enero a diciembre del 2005.

Según reportes de la Policía Federal la aeronave fue expedida por la compañía Bell Helicopter Textron y el precio de compra fue de 6 millones de dólares y fue adquirida por la Secretaria de Gobernación.

El 28 de octubre del año siguiente la PGR, en conjunto con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, presentó su informe sobre la muerte del secretario. Revelaron que, pese a las sospechas de que el crimen organizado lo había asesinado, no se encontraron sustancias explosivas, ni fallas mecánicas, ni lesiones producidas por balas.

Fue un factor humano: Después durante la siguiente administración panista, otros dos secretarios federales dedicados a la lucha contra el narcotráfico también desaparecerían en la niebla por lo mismo, malas condiciones climáticas. Durante el gobierno del presidente Felipe Calderón, los secretarios de Gobernación, José Camilo Mouriño y José Francisco Blake Mora, morirían en un helicóptero.

Durante toda la investigación, los pobladores de Santa María Mazatla sostuvieron que las autoridades federales los ignoraron. Unos aportaban la localización, otros se ofrecían a llevar a los policías que desconocían cómo moverse en la zona. “Pero no lo tomaron en cuenta”, dijo uno de los pobladores en esa entonces.

“El lugar despedazado. Cuerpos calcinados. Es todo lo que deseo manifestar”.

 

 

 

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